P. GALLEGO
¿Qué tienen en común un profesor de Derecho de la Universidad de Oviedo y un joven investigador estadounidense de ascendencia asiática? A primera vista puede parecer que poco o nada, y la respuesta a la pregunta resulta cuando menos sorprendente: el asturiano.
Desde el lunes hasta hoy, jueves, se celebran en Oviedo unas jornadas de trabajo dedicadas a las nuevas tendencias en la lingüística asturiana, y tanto José Manuel Pérez -profesor de Derecho- como Patrick Zimmerman -doctorando en la Universidad de Carnegie Melton en Pittsburgh, Estados Unidos- han expuesto sus visiones sobre la problemática de una lengua que parece no acaba de encontrar su sitio.
De padre estadounidense y madre china, Zimmerman aterrizó en el mundo del asturianismo por su marcado interés por la Historia de España. «De ahí pasé a los nacionalismos y en seguida me llamó la atención qué ocurría en las regiones localizadas entre Galicia y Cataluña». De ahí que el proyecto de investigación que le ocupará todo este curso académico se titule «El nacionalismo domesticado: el asturiano desde la transición».
«Los movimientos nacionalistas se basan en una lengua propia, una cultura distinta y una tradicional oposición al poder central», afirma Zimmerman. De ahí que este investigador defina el caso asturiano como «atípico», sobre todo si, como él mismo recuerda, tenemos en cuenta que los nacionalismos en España «están muy relacionados con todo lo que se refiere a la lengua propia».
Ha pasado mucho tiempo desde que Conceyu Bable se estableciese en plenos años de la transición, y desde entonces hasta ahora el principal error «de forma», según Zimmerman, fue el de «restringirse a un tipo de nacionalismo centrado exclusivamente en aspectos lingüísticos». En la actualidad el meollo del asunto estaría en la «desconexión entre los grupos políticos mayoritarios y los falantes del asturiano», que quizá no han encontrado «líderes políticos capaces de satisfacer sus peticiones».
Este investigador reconoce que existen nacionalismos «que no incorporan un componente lingüístico», como podría ser el caso irlandés, donde la lengua es común a Inglaterra, pero las diferencias son religiosas y culturales, aunque asegura que «la ayuda del nacionalismo contribuiría mucho a las reivindicaciones sobre el asturiano».
Y del otro lado del Atlántico, alguien que conoce de primera mano los entresijos administrativos y políticos que rodean a la lengua asturiana. «Es de psiquiatra». Así de rotundo se muestra José Manuel Pérez -profesor de Derecho en la Universidad e investigador sobre aspectos del derecho comparado aplicables a las lenguas minoritarias- sobre los «amores y odios» que despierta el asturiano en la región. Tanto en la población de base como en las instituciones y medios de comunicación del Principado, «que sistemáticamente incumplen la ley de uso del asturiano y al mismo tiempo no se preocupan por asegurar que el ordenamiento se respete», recuerda. «Es triste que haya mucha gente que ve el asturiano como un instrumento de nacionalistas que quieren desgajar Asturias del resto de España», apostilla. «En el resto de Europa no entienden qué es lo que ocurre y por qué el Gobierno no pone de su parte para solucionarlo».
El sector educativo tampoco aprueba el examen. A pesar de ser obligatorio ofrecer el asturiano como materia optativa, Pérez denuncia que la situación de esta materia «es aún peor que la de Religión», al haber colegios que «sistemáticamente boicotean la enseñanza de esta lengua amenazando a los padres con que sus hijos, si la eligen, verán reducido el número de horas de lengua castellana». Según Pérez, la solución a muchos de estos problemas no pasaría por desarrollar un nuevo ordenamiento que marcase la pauta a seguir, sino simplemente por «cumplir las leyes que hay. Cuando se habla de defender aspectos culturales no hay problema, pero en cuanto entramos en el terreno de la lengua la cosa cambia».
Para estos dos investigadores de diferentes aspectos del asturiano, el nuevo Estatuto de Autonomía que se estudia para la región no vendrá a solucionar nada. Y los problemas de uso del asturiano llegan hasta el punto de que si una persona se plantease comunicarse exclusivamente en esta lengua tendría innumerables problemas, y el primero de ellos vendría de la propia Administración. «No suelen aceptar impresos cursados en asturiano, y si lo hacen, y salvo en la Consejería de Cultura, la respuesta es siempre en castellano. Es lógico, es el idioma oficial, pero aceptar que se entregue en las dos lenguas no es más que una muestra de respeto».
Y recuerda: «Cuando algo se declara bien de interés cultural es porque se cree en la necesidad de difundirlo y protegerlo. Es una lástima que no se haga lo mismo con nuestra lengua, aunque quizá ahora haya que pedir permiso para cambiar la receta de la fabada».
(de La Nueva España, 09-10-2008)
Deixar ua Respuosta