P. RUBIERA
Antón García (Tineo, 1960), escritor, traductor y crítico, vuelve a la literatura con un libro de relatos en el que los protagonistas son gente corriente, que el autor dibuja con ternura y fino humor. «Xente tan cerca», editado por Ámbitu, es de fácil y agradable lectura, escrito en un asturiano rico y cercano.
¿Le gusta la gente corriente?
Mi idea era hacer un libro de relatos pequeño, variado y atractivo, para un lector no habituado a leer en asturiano. Los protagonistas son gente de la vida cotidiana que en algún momento tienen una anécdota vital que los singulariza y los hace pasar a la pequeña historia cotidiana. Me gusta dibujar ese mundo a caballo entre lo urbano y lo rural. Mi mirada es cariñosa porque me caen muy bien.
Imagino que su condición de poeta tiene que ver con la riqueza del lenguaje.
La poesía y los años de escribir en asturiano. A estas alturas, escribir bien o intentarlo es lo menos que puedes hacer por respeto a la lengua, a los hablantes y a los que leen.
Pero la llingua limita la lectura de sus libros a un ámbito reducido. ¿Le importa?
A estas alturas, el compromiso de escribir no lo tienes con los lectores, sino contigo mismo. Escribir en asturiano me hace más feliz que hacerlo en castellano. Naturalmente que me gustaría tener muchos lectores, pero lo importante es el trabajo y cómo lo haces. Y no creo que tengamos tan pocos lectores. Si quitamos los best sellers y esa gran literatura que viene muy apoyada por razones comerciales, un libro en asturiano se vende tanto como uno en castellano.
¿Cuántos ejemplares?
Quinientos, en el mejor de los casos.
Usted ha llegado a vender casi tres mil ejemplares con «Díes de muncho».
Va por la tercera edición y se acerca a esa cifra.
«Xente tan cerca» es su libro más humorístico.
Siempre me ha parecido que la literatura asturiana pecaba de seria. Ya había intentado el tono humorístico con «Díes de muncho» y «El viaxe», pero en este último intenté que estuviera presente en la mayoría de los relatos. También ensayo el microrrelato, un género que desconocía desde el punto de vista de la escritura y que cada vez me gusta más.
Es un buen teórico. ¿Qué le pasa a la cultura asturiana?
Puedo hablar con cierto conocimiento de las dos o tres últimas décadas. Tengo la impresión de que ese mundo está hoy mejor que entonces, pero no se han cumplido las expectativas que teníamos. Partíamos de una situación francamente mala, salíamos de la cultura del franquismo y una serie de personas trataban de enunciar unas políticas culturales, es decir una música, una pintura, una literatura o una arquitectura que pudiéramos decir que era asturiana con valores universales. Entonces había teóricos, estoy pensando por ejemplo en Juan Cueto o Pedro de Silva; de hecho, vivimos todavía de aquellas rentas. ¿Qué tenemos hoy? Personas aisladas que consiguen hacer aportaciones muy valiosas pero sin que haya tejido cultural; no hemos creado la conciencia social que arrope a esas figuras y, en este sentido, toda esa política fracasa. Si no conseguimos que la sociedad haga suyos a todos esos artistas, estamos fracasando como sociedad. Falta masa social. No veo a nadie con rigor ni con ideas nuevas que llegue a la gente. Sólo veo planteamientos interesantes desde el asturianismo.
¿Por ejemplo?
Sigo bastante de cerca lo que escribe Xandru Fernández. Tiene unas ideas muy acertadas, pero lo escribe en asturiano y no están llegando. En asturiano se están haciendo cosas muy interesantes que no llegan a la gente por el soporte.
¿Debemos resignarnos?
Eso nunca, pero es difícil. En los años ochenta y noventa, en los que viajaba con frecuencia a Portugal, me sorprendía que la sociedad en su conjunto era mucho más culta que la asturiana, incluso aquellas personas que no tenían una formación educativa. Conocían su cultura y la amaban. En Asturias la propia sociedad se abandona, nos creemos los mejores y los más grandes, pero no hacemos que esa calidad se concrete. La solución tendría que partir de la propia sociedad. Lo único que nos puede salvar de esta derrota anunciada hacia la que caminamos es el trabajo y tratar de hacer ver a los demás lo que se está haciendo. Suelo seguir bastante la literatura en asturiano, pero también me gustan los trabajos de Francisco Crabiffosse sobre artes industriales o fotografía, o muchos otros. Me sirven porque me nutren, como otros aspectos de la cultura.
¿El rechazo a la lengua asturiana está ligado al fracaso de la política cultural?
Forma parte del mismo proceso. El asturiano llega hasta nosotros asociado a un modo de vida campesina, marinera, de trabajadores y lo hace justo en el momento en que esos modos de vida están desapareciendo. Los campesinos cobran por dejar sus explotaciones ganaderas y la lengua se ve en una encrucijada. La pregunta es para qué sirve entonces la lengua. Una serie de gente sabemos para qué puede servir, pero es difícil hacerlo llegar. Y eso que pasa con la lengua pasa con muchos aspectos de la cultura, desde la etnografía a la arquitectura popular o el Prerrománico. La sociedad asturiana vive de espaldas a los valores que la conforman como tal, se está dejando atrapar por cualquier cosa que venga de fuera.
Dirigió la política lingüística hace veinte años y ahora ocupa ese mismo cargo su esposa, también escritora, Consuelo Vega. ¿Qué diferencias hay entre un tiempo y otro?
Ella lo está haciendo mucho mejor que yo. Entonces había más ilusión, pero también más desconocimiento. Hice un trabajo más administrativo que político y las condiciones no eran buenas. Hoy hay una amplia base social y ella hace una política de verdad, está poniendo las bases de lo que va a ser la futura política lingüística.
(de La Nueva España, 29-09-2009)
Esto d’emponderar a la muyer polo bien que fai les coses, llueu de tener que dexar la editorial trabe por culpa d’ella y llueu de que lu enchufaren en radio tini.. ye tremendo. Lo qu’hai que facer pa sobrevivir.