MIGUEL BARRERO
Se llamaba Xosé Antonio García y era poeta. Es una buena manera de presentar a un autor al que se podría considerar sin desviar mucho el tiro, por sus propios méritos y por algunos deméritos ajenos, como el gran ‘maldito’ de la literatura asturiana. Publicó en vida dos libros, rechazó la posibilidad de adscribirse a ningún cenáculo y mantuvo un trato más bien distante, aunque casi siempre cordial, con sus compañeros generacionales, aquellos que se pasaron las décadas de los ochenta y noventa del pasado siglo trabajando para darle a la lengua asturiana un tamiz literario del que había carecido hasta aquellos momentos.
Pese a ese alejamiento consciente, su obra no cayó en saco roto mientras él pudo defenderla, pero fue a su muerte cuando se abrió un abismo de olvido, un silencio prolongado que ha llegado hasta nuestros días. En su caso, se cumple a la perfección ese tópico que dice que el escritor, cualquier escritor, ha de pasar, tras despedirse de este mundo, un purgatorio de al menos una década hasta que la crítica y los lectores terminen dando a su obra la acogida que merece. En su caso, han tenido que transcurrir trece años.
La XXXI Selmana de les Lletres Asturianes se dedica este año a su memoria, y ese homenaje ha traído la mejor de las noticias posibles para quienes se han pasado todo este tiempo defendiendo que la suya era una de las voces más originales y rotundas del Surdimientu: la editorial Trabe, a instancias de la Consejería de Cultura, presentará el lunes en la Casa de la Cultura de Mieres el libro ‘Poesía’, un volumen que reúne los dos poemarios que llegó a publicar en vida –‘Cuartetu de la criación’ (Ayuntamiento de Mieres, 1989) y ‘Alcordances d’un home muertu’ (Editora del Norte, 1995)– junto con varios textos que habían visto la luz en revistas vinculadas a la causa asturianista y una obra más inédita y desconocida hasta ahora, el poemario ‘Voz en off’, que tanto la filóloga encargada de la edición, Laura Rodríguez Solís, como el autor del estudio preliminar, José Luis Argüelles, consideran «un libro terminado».
Una ocasión inmejorable, pues, para poner en orden la vida y la trayectoria de Xosé Antonio García (Mieres del Camino, 1961-1997), un poeta tan personal como sugerente cuya biografía se adhiere a las coordenadas de un tiempo y un lugar, la cuenca minera de finales del siglo pasado, como la letra de una canción a su melodía. Es en ese espacio geográfico e histórico donde hay que ubicar el paso por el mundo de nuestro personaje, en un Mieres que vivía una extraordinaria pujanza cultural y donde florecían iniciativas editoriales y literarias en unos años en los que la crisis del carbón era sólo una amenaza en el horizonte.
Por aquel entonces, en la ciudad aún había cinco cines y no era excepcional la celebración de tertulias de carácter cultural o político en bares y cafeterías. García, que ya había ganado en su infancia un Concurso Nacional de Redacción, cursado estudios de Filosofía y Letras y dado a conocer algún que otro poema en las publicaciones que sirvieron de punta de lanza en los primeros compases del movimiento de recuperación lingüística, publicó su primer libro, ‘Cuartetu de la criación’, en la colección Teodoro Cuesta, una iniciativa creada por el Ayuntamiento de Mieres que iba a ser el embrión del premio del mismo nombre, considerado hoy el más prestigioso de la literatura asturiana. Aquella primera obra, fruto de varios años de trabajo, no tardó en llamar la atención de los lectores avisados por la hondura de sus reflexiones metapoéticas o por la novedad que suponía, en un sistema literario aún incipiente, la variedad formal que el autor había escogido para estructurar sus divagaciones en torno al propio fenómeno de la escritura.
Hoy, quienes vivieron en primera persona aquellos momentos hablan de la «renovación» y la«ruptura» que supuso la aparición de García (o ‘Pin’, como le conocían desde siempre sus amigos más próximos) en el joven panorama de la poesía asturiana. Sin embargo, el éxito relativo de aquel debut no le hizo modificar su aversión hacia eso que se ha dado en llamar ‘vida literaria’. Xosé Antonio García siguió siendo una ‘rara avis’, más pendiente de seguir adelante con sus rutinas que de buscarse un hueco en camarillas o cenáculos, y se pasó los años siguientes embarcado en la traducción de autores clásicos o en sus lecturas de cabecera –su hijo recibió el nombre de Dámaso en honor a Dámaso Alonso, uno de los poetas a los que él más estimaba–, y también entregado a una obsesión por beberse la vida que quizás contribuyó a que muchos no acabaran de tomarse en serio a aquel tipo que parecía querer borrarse del mapa después de una primera aparición fugaz, pero contundente.
En realidad, hubo que esperar varios años para tener una nueva entrega de la poesía de ‘Pin’. En 1995, Editora del Norte publicó ‘Alcordances d’un home muertu’, quizás uno de los poemarios más lúcidamente pesimistas de la literatura asturiana, en el que su autor presentaba unos versos atravesados por el dolor. La escritura de aquel segundo libro coincidió en el tiempo con el fallecimiento de su madre, a la que él siempre había estado muy unido, y quienes le conocieron bien sostienen que aquella pérdida acabó marcando un punto de inflexión en su vida que le llevó a desentenderse de casi todo y perseverar en su afán por precipitarse en su particular abismo vital, una ambición por la que acabó pagando un precio demasiado alto.
En 1997, dos años después de dar a la imprenta su segunda obra, Xosé Antonio García fallecía en la misma ciudad que le había visto nacer sin otro legado que unos cuantos folios que han estado durmiendo el sueño de los justos hasta que, en estos últimos meses, Rodríguez Solís procedió a su estudio para preparar la edición de ‘Poesía’. Fue entonces cuando apareció ‘Voz en off’, ese poemario desconocido al que quizás le faltasen sólo unas pocas correcciones antes de entrar en imprenta, y también algún que otro verso en castellano y unos pocos bosquejos de cuentos que se quedaron fuera de la edición por entender que no constituían obras acabadas.
Así las cosas, trece años después de su fallecimiento, y cuando han transcurrido tres lustros desde la aparición de la que fue su última referencia bibliográfica, Xosé Antonio García ocupa por primera vez un primer plano en el que rechazó ubicarse en vida para someterse al escrutinio de iniciados y neófitos tras superar su obligada estancia en el purgatorio. Es el momento idóneo para leerle, quienes aún no lo hayan hecho, o redescubrirle. Al fin y al cabo, es la propia literatura la que a la postre da y quita razones, y probablemente algo así pensó él cuando decidió inaugurar ‘Cuartetu de la criación’ con un pórtico de dos versos en el que aseveraba que «Quien fala miente –sábelo el qu’escribe–, / la verdá ye asina de pequeña ». Sólo que, en este caso, la verdad, tamaño aparte, merecía ser desvelada.
(d’El Comercio, 01-05-2010)
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