FULGENCIO FERNÁNDEZ
Entre los trabajos que las Cortes regionales abordaban el pasado fin de semana había mil y una historias diferentes, como siempre, que pasan desapercibidas en la mayoría de las ocasiones porlocalistas. Entre los temas de debate no faltaba, como cada semana, una propuesta del procurador socialista Martín Benito sobre cultura o patrimonio. En las últimas semanas había presentado planes especiales sobre el arte mozárabe o el mudéjar, la solicitud de una declaración de BIC para los códices de la Catedral… La respuesta habitualmente es no, pese a que nadie duda de que estarían muy justificadas las solicitudes. Es el juego político.
El pasado miércoles se debatía la última propuesta de este procurador socialista en la que se insta“a la Junta de Castilla y León para que regule la protección, uso y promoción del leonés, en cumplimiento del artículo 5.2. del Estatuto de Autonomía de la comunidad”.
Tal vez el hecho de que lo que se pedía era cumplir con algo que ya se contemplaba en el Estatuto de Autonomía y que el procurador socialista lo había negociado con otros colegas del PP -García Prieto y Ana Rosa Sopeña- propició que, por una vez, saltara la noticia: “Acuerdo por unanimidad (el apoyo de los procuradores leonesistas se daba por hecho) alcanzado para que la Junta de Castilla y León regule la protección, uso y promoción del leonés, en cumplimiento del artículo 5.2. del Estatuto de Autonomía de la comunidad”. La anécdota de esta jornada estaba en el hecho de que también en el hecho de que “por primera vez que se ha escuchado el sonido de la lengua leonesa en la Cámara autonómica. Martín Benito, que defendió la propuesta de resolución, comenzó su intervención leyendo dos estrofas de un poema de José Benito Mateos dedicado al Jálama escrito en la ‘fala’ del Rebollar (comarca situada al SO de la provincia de Salamanca)”. El procurador justificaba esta intervención señalando que “es lógico que en León estéis más interesados en lo de vuestra provincia, pero la propuesta es para regular todo el dominio lingüístico astur-leonés, que abarca también a los dialectos del occidente asturiano y a la lengua de Miranda do Douro (Portugal). Se localiza en Castilla y León en buena parte de la provincia de León, en las comarcas occidentales de la provincia de Zamora y en el noroeste y suroeste de Salamanca, e incluye también la ‘fala’ del norte de Cáceres (declarada BIC por la Junta de Extremadura)”.
La parte ‘bonito’ ya estaba cumplida. El titular se había logrado pero surge la pregunta: “¿Y ahora?, ¿Es una realidad cercana esta protección o es un brindis (político) al sol?”.
Extraña que entre los colectivos de defensa del leonés no ha sido acogida la iniciativa con gran alborozo, más bien con tibieza y cierta distancia.
Valderas y Pardo
El ex concejal leonesista en el Ayuntamiento de León, Alejandro Valderas, uno de los referentes del partido en materia de Educación, se muestra muy escéptico: “Hay razones para no tener grandes esperanzas. Ya de entrada el Estatuto ha llevado este asunto a Patrimonio, no a Educación, con lo cual entra en unos planes de Patrimonio uniformes para las nueve provincias. La estructura de la propia administración está anquilosada, es mínima, se reduce a un delegado y poco más, no hay un inventario del leonés, no hay un plan de protección, no existen planes de fomento de su uso y ayudas a las publicaciones. Realmente no existe nada, es una declaración en la que dicen que “haremos”. Pero, ¿lo harán? Yo lo que sé es que en otros campos se puede decir lo que están haciendo, mucho o poco, pero en este no están haciendo nada”.
Más contundente se muestra Abel Pardo, gran defensor del leonés, padre de la idea de incluir textos en leonés en la propaganda municipal y de ofrecer la posibilidad de estudiarlo en los colegios de la ciudad como actividad extraescolar. “Es un brindis al sol, nada más, una disculpa para una foto. Está muy bien el apoyo, quedan muy bien con la unanimidad, pero seguimos como estábamos. ¿Y la propuesta del PSOE? Yo les preguntaría, ¿qué han hecho por el leonés los concejales de este partido que tuvieron muchas posibilidades de apoyarlo?, y les respondo, nada”.
No cree Pardo que se trate de imponer nada. “El leonés tiene que estar presente hasta el punto que lo demande la sociedad leonesa, nada más. Hay que ofrecer la posibilidad de estudiarlo y si nadie se matricula pues a otra cosa, pero mi experiencia en el Ayuntamiento es otra, el primer año lo pidieron dos colegios y el segundo 16”.
Pardo ha estado este fin de semana participando en una reunión del colectivo Conceyu Xoven y comenta que no fue un motivo de debate, que nadie cree en esta iniciativa que aprobaron las Cortes la pasada semana.
“Deben ser conscientes de que están ante el último tren, no lo pueden despreciar”
La discrepancia de criterios entre quienes han aprobado la iniciativa del parlamento regional y quienes lo ven desde afuera desaparece a la hora de hacer otra valoración, todos coinciden en que están ante el último tren para el leonés. Martín Benito es claro: “Está en la UVI, cada año que perdamos se nos ira muriendo gente que se llevan con ellos buena parte de ese patrimonio que es nuestra lengua, aunque en lugares como el Rebollar hay gente joven trabajando, pero no nos quedan más trenes, quiero creer en la buena voluntad del PP y el Gobierno regional para que se pongan manos a la obra, a regular y no dejar que se pudra el tema. Podrían tomar como modelo el de Aragón, que sacó la Ley de Lenguas en diciembre de 2009 y la está tramitando con la máxima celeridad”.
Roberto González Quevedo, leonés de Palacios del Sil y secretario de la Academia de la Lengua Asturiana y por tanto un hombre con experiencia en la gestión de estos asuntos, viene hablando con claridad del futuro del leonés y de las iniciativas que se deberían poner en marcha, más allá de la declaración de intenciones que supone la resolución aprobada la pasada semana en Valladolid. “Hay dos miradas, la realista y la optimista, pero lo fundamental es responder a una pregunta: ¿qué queremos hacer con nuestro patrimonio lingüístico?. Si somos sinceros nos daremos cuenta de que una es condenarlo, olvidarlo, dejarlo ahí aparcado y cuando vayan desapareciendo quienes lo conocieron va desapareciendo el patrimonio. Es una posibilidad pero no debería ser la de los leoneses. Otra posibilidad, por la que yo apuesto, es creer que hay futuro, que hay que reivindicarlo y mostrarnos convencidos de que el leonés tendrá su oportunidad”.
Roberto González Quevedo lleva muchos años predicando con el ejemplo. Ha editado los libros en pachuezo de su madre, ha escrito él otros, ha participado en todo tipo de ciclos, ha escrito… “Creo que hay que luchar por el leonés, pero trabajar en positivo, escribiendo, estudiando, hablando pero sin perder el tiempo en peleas con quienes no comparten nuestra visión o nuestra defensa. No creo que sea positivo atrincherarnos en la crítica a quien nos niega”, explicaba con claridad en los actos del centenario de la publicación del libro de Ramón Menéndez Pidal.
El de Palacios del Sil coincide con Abel Pardo en otra apreciación, en que el leonés tiene que ser lo que la población quiera. “Nunca debemos hacer nada de espaldas a la población, no podemos ser un grupo cerrado. La desaparición de una lengua llega cuando no se tiene en cuenta a la gente, al pueblo, no debemos olvidar lo que ocurrió en Francia con la lengua d’oc, cuando se politizó de tal manera que el pueblo le acabó dando la espalda. Hay que aprender de las experiencias”.
Si la unanimidad fuera real, sería un excelente primer paso.
La difícil vejez de un romance milenario que busca soluciones
En las dos páginas anteriores, en las que se analiza cómo reciben diversos colectivos la iniciativa de las Cortes regionales de proteger el leonés, ya se intuye que uno de los problemas de este ‘romance milenario ante el reto de su normalización’ (en palabras del profesor Morala) es la politización del asunto.
¿Queremos una seña de identidad para un pueblo o queremos salvar lo que se pueda salvar de nuestra vieja lengua, aquella que hablaron nuestros abuelos y ya no habla casi nadie?
Parece una utopía pedir que se vuelva a hablar ‘con relativa normalidad’, pero nadie está legitimado para apear de las utopías a los demás.
Lo único que se puede hacer desde un medio de comunicación es acudir a las voces de los expertos para ofrecer algunos datos y que cada cual haga con ellos en su coctelera lo que le parezca oportuno. Hace unos años, en 2006, hubo un congreso de expertos, cuyas reflexiones recogió el profesor José R. Morala en el libro ‘El leonés en el siglo XXI’. Allí se puede comprobar que la pervivencia del leonés no es uniforme, que hay comarcas como el Alto Sil, Laciana y Babia con características propias, con más tradición, con más conocimiento de la población, con autores (Eva González, Emilce Núñez, Melchor Rodríguez, Roberto González Quevedo, Severiano Álvarez…) y la estela y la herencia de Guzmán Álvarez. Una tradición que hace que siga siendo una tierra diferente, en la que aún se convoca un certamen literario en patsuezo (su variante dialectal) y se publiquen un buen número de libros. También van logrando que los nombres y zonas tradicionales aparezcan en los carteles informativos. Es un paso.
Desde este rincón, el ya repetido autor Roberto González Quevedo pide algo que parece muy sensato. “Se que esto es difícil pues me consta que en el leonesismo lingüístico hay posturas muy enfrentadas, pero la experiencia dice que la división es el prólogo de la derrota. Ya hay demasiados contrarios fuera”.
Es bueno recordarlo ahora
Recordaba Martín Benito que no se puede dejar pasar el tiempo. En este encuentro uno de los ponentes, Héctor García Gil, ya recordaba que en 2007, la reforma estatutaria recoge que “el leonés será objeto de protección específica por parte de instituciones (…) Su protección, uso y promoción será objeto de regulación”. Leerlo ahora nos obliga a preguntarnos: “¿Que se ha hecho en dos años?”.
Y queda por abordar uno de los pasos seguramente más complicados, el proceso de normalización y su uso más allá de la tradición oral. Los profesores Morala y María Cristina Egido de la ULE apuntan que “el mayor problema que se le plantea al leonés para su codificación es la falta de una variante históricamente prestigiosa o socialmente mayoritaria”.
Pero eso ya es ir muy lejos.
El leonés, en sus justos términos
EDITORIAL
El leonés fue incluido en la reforma del Estatuto de Autonomía de Castilla y León como una concesión a los sectores más leonesistas de esta provincia. No porque su habla esté extendida por buena parte del territorio sino como reconocimiento a la singularidad de León dentro de la Comunidad Autónoma. Y lo mismo se hizo con el párrafo que destaca el papel del Viejo Reino en la Historia de España, cuyo máximo exponente fue la celebración de las primeras Cortes democráticas en San Isidoro en el año 1010. Ahora, con el apoyo del PP, el PSOE y el Grupo Mixto, el Parlamento autonómico ha dado un paso más, al secundar por unanimidad una moción socialista que pedía regular su promoción, su uso y su protección. En algunos pueblos de algunas comarcas leonesas se mantienen palabras y expresiones, pero el leonés no es comparable con el catalán, el gallego o el vasco. Es una lengua muerta cuyo futuro pasa por un poco de sentido común y una posición ajena a intereses políticos y a sectores que creen –no todos– que debería equiparse en el ámbito de la Administración al mismo nivel que el castellano. La semana pasada, en el Senado, se pudo ver hasta qué punto el debate sobre las lenguas puede acabar en el esperpento. Dos políticos nacidos en Andalucía, Chaves y Montilla, que se entienden perfectamente en castellano, sin embargo se respondían por medio de una traductora. No es el caso de León, ni mucho menos, pero quizá también viendo esos excesos se puede afrontar mejor nada menos que el uso, la promoción y la proyección del leonés. Lo primero que hay que decir es que si las Cortes han aprobado moción es una obligación de los poderes públicos que se ponga en marcha cuanto antes, porque la Cámara autonómica expresa la voluntad libre y democrática de los ciudadanos de esta tierra. Debido a estos tiempos de crisis, es deseable también que los presupuestos se ajusten lo más posible. Se debe trabajar con rigor y con los conocimientos necesarios. Y en tercer lugar, la promoción del leonés debe centrarse en su estudio y lo que fue para que las nuevas generaciones sepan valorar la singularidad de un territorio como es León. Esta reflexión en voz alta no puede dejar al margen a los colectivos que han luchado durante muchos años en favor del leonés, que quizá no estén de acuerdo con estos argumentos. Lo que se ha conseguido es, en gran parte, por su esfuerzo. Ir a más, hacer del leonés una lengua a reinventar, sería un profundo error.
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