Valliniello ya es oficialmente Valliniello y no sólo Navarro, como hasta ahora. Esa es una de las consecuencias del proceso de revisión de la toponimia del municipio, que ha concluido recientemente con su aprobación definitiva por parte del Gobierno asturiano. Hasta ese momento, han pasado cinco años de trabajos que han incluido entrevistas con vecinos de cada lugar y estudios de investigación histórica y filológica. Al final, por primera vez se cuenta con una relación completa de los nombres de cada lugar del municipio de acuerdo con cómo son denominados por sus habitantes o cómo se denominaron a lo largo de la historia del concejo avilesino.
La ‘oficialidad’ del nombre de Valliniello no es la única curiosidad de la recién estrenada toponimia oficial de Avilés. De hecho, ni una cuarta parte de los nombres de lugares del municipio tenían el carácter de oficiales. Es el caso de barrios tan populosos como Bustiello, La Divina Pastora, El Carbayedo, La Carriona, Llaranes, La Espina o La Texera, entre muchos otros.
Pero elevar todos esos nombres al rango de oficial ha sido sólo una parte de un trabajo elaborado a lo largo de los últimos cinco años y que ha permitido corregir errores y recuperar topónimos que habían ido cayendo en el olvido en las últimas décadas.
De hecho, el trabajo realizado en los últimos años, y que ha contado con el apoyo unánime de todos los grupos políticos de la ciudad y de la comunidad autónoma, supone la primera ocasión en la que se aborda la relación de topónimos del municipio con criterios científicos.
Según explicaban días atrás la técnico municipal Montserrat Machicado, responsable de la oficina de política lingüística o Estaya de la Llingua, la revisión de la toponimia de la ciudad se inició con un concienzudo estudio sobre el terreno. «Se hizo un trabajo de campo importante, encuestando a habitantes de cada lugar» que ofrecieron diversa información acerca de sus topónimos. «Esa información fue remitida a la Xunta de Toponimia del Principado», indican en el Ayuntamiento.
Dicho organismo, dependiente de la Consejería de Cultura del Gobierno asturiano e integrado por expertos filólogos e historiadores, utilizó esos datos y otras referencias documentales para elaborar una primera propuesta de topónimos que, en buena medida y previa revisión, por segunda vez, por vecinos de cada lugar, han sido ahora aprobados de forma definitiva por el Principado.
Según explican en el Ayuntamiento, la revisión toponímica tiene en primer lugar en consideración «la identificación de los propios habitantes del lugar con el topónimo». De modo que, en caso de que exista una forma tradicional en desuso que tenga escaso arraigo en la actualidad, se acabó optando por formas dobles. Es el caso de Las Meanas / Les Meanes o el más llamativo La Xungarosa / El Barrio de La Luz.
El Carbayedo
Según explican las mismas fuentes, el proceso no estuvo exento de debates entre los técnicos municipales y la Xunta de Toponimia. No en vano, el proceso no ha sido precisamente el de una mera adaptación de los nombres de lugar del concejo a las normas ortográficas y gramaticales del asturiano. Así, fue motivo de discusión el uso de las formas El Carbayeo y Valdreo, según aconsejaría la normativa de la llingua asturiana para El Carbayedo y Valdredo.
«En el primer caso, la forma El Carbayeo fue finalmente rechazada porque no se encontró a nadie que se identificara con ella, y producía incluso rechazo», por lo que se decidió mantener la forma El Carbayedo, sin recurrir tampoco a la forma que se correspondería con el castellano ‘oficial’: El Carvalledo. En Valdredo / Valdreo, en cambio, convivirán ambas formas porque la segunda sí contaba con cierta aceptación.
En otros casos, se ha optado por dotar de rango oficial únicamente las formas tradicionales asturianas. Es el caso de San Xuan de Nieva o La Güelga (del asturiano ‘huella’ o ‘terreno malo de labrar’, que no ‘huelga’ de holganza).
En otros casos, los escasos nombres oficiales existentes se corrigen en caso de que no estuvieran adecuados a la forma tradicional y, en su caso, se les aplica la normativa ortográfica del asturiano. Es el caso de L’Arbolón o L’Alfaraz o L’Alto Villalegre, así como de correcciones como L’Aceba, en vez de La Ceba o L’Otero, que en alguna cartelería se llegaba a escribir Lotero, como si de un vendedor de lotería se tratase.
Viejos errores
Lo cierto es que la revisión ha permitido corregir viejos errores que se han ido perpetuando con el paso del tiempo, y que en ocasiones respondían a la reproducción del modo en que un funcionario apuntaba el topónimo que le transmitían oralmente. «Por ejemplo, nos encontramos con casos como el de El Salamón o El Salomón, en San Cristóbal d’Entreviñas», comenta Machicado.
En este caso, cuenta la experta, se llegó a la conclusión de que sería imposible encontrar el nombre original, el auténtico. Los habitantes de la zona identificaban los dos, «y al revisar la documentación medieval se vio que existía con las dos formas», añadió la técnico municipal. De ese modo, se optó finalmente por oficializar la forma que, en principio, contó con mayor aceptación: El Salamón.
En otros casos, no hizo falta irse tan atrás para encontrar el origen de topónimos que ahora se oficializan. Es el caso de los populares El Tocote o El Tocarate, y también de El Barrio de La Luz, que convivirá oficialmente con el nombre tradicional del lugar en el que se levantaron las casas para trabajadores de Ensidesa: La Xungarosa.
(d’El Comercio, 05-12-2010)
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