EDUARDO GARCÍA
Es un pueblo de media montaña, rodeado de árboles y mucho verde. Un río cruza el paisaje de piedra y tejados de pizarra. Sus habitantes se dedican a la ganadería, recogen manzanas y castañas, siembran fabes y las cocinan con su compango, panceta, chorizo y morcilla. De toda la vida han oído hablar a sus mayores en un lenguaje indefinido e híbrido que, sin embargo, tiene mucho de bable, con finalización en «es» para los plurales: vaques, gallines, fogaces, berces… Sería San Ciprián un típico pueblo asturiano… si no fuera porque está en Zamora, más concretamente al norte de Puebla de Sanabria y a la sombra de la imponente sierra de La Cabrera, frontera con León.
San Ciprián es un pequeño milagro de conservación de una lengua ancestral. La localidad, de apenas unas decenas de habitantes -con la llegada del invierno, tan sólo un puñado arrebujado en torno a la iglesia y a dos modestos bares-, fue calificada por el patriarca Ramón Menéndez Pidal, autor de «El idioma español en sus primeros tiempos», como una «isla lingüística». Aquel libro se publicó en 1926, y ochenta y cuatro años después La Nueva España ha visitado San Ciprián para comprobar qué queda de esa sorprendente singularidad en el habla de sus habitantes.
Escribía Ramón Menéndez Pidal: «Un pueblecito de Sanabria llamado San Ciprián manifiesta hoy día un rasgo característico del asturiano central, las terminaciones “as” y “an” con “a” cerrada en “e”. San Ciprián está rodeado de pueblos de habla muy dialectal que, sin embargo, desconocen ese rasgo especial asturiano, y esto nos lleva a suponer que fue una colonia de emigrantes de la región central de Oviedo».
Pero nadie en la zona habla como siempre hablaron los habitantes de San Ciprián, ni siquiera los pueblos más cercanos. Uno de ellos, Trefacio, es paso obligado desde donde parte la carretera estrecha y ascendente que nos dejará en la localidad «asturiana». Ambos pueblos distan apenas siete kilómetros, pero en Trefacio se habla un castellano puro.
De Trefacio es el escritor zamorano Delfín Rodríguez, quien recuerda que «siendo niño (años sesenta) íbamos a San Ciprián y yo a la gente mayor no le entendía nada. Es que hablan mal, nos decían. Ahora entiendo que no es que hablaran mal, es que hablaban distinto».
En alguna fachada de San Ciprián cuelga una antena parabólica. Estamos en el siglo XXI y sólo una mínima parte de los que allí nacieron en la década de los años cincuenta y posteriores permanecen en el pueblo. Pero el fenómeno de la emigración es relativamente reciente. «Hubo poca tradición emigrante, ésta siempre fue una localidad muy endogámica», señala Delfín Rodríguez. Ahora, muchos viejos pasan el verano en San Ciprián, su tierra natal, y se van con sus hijos a la gran ciudad cuando llega el frío. En ello estamos y los perfiles blancos se dejan ver en las crestas boscosas de los montes que rodean el pueblo.
«Yera un padre y tenía tres filles…», cuentos de abuelos en idioma común
Estamos a más de mil metros de altitud y el invierno es duro. «Antes nevaba más», recuerda Francisca Rodríguez, pañuelo al pelo y mandil, a la puerta de su casa, en reconstrucción a causa de un reciente incendio. Francisca, ya octogenaria, es de las más veteranas del lugar.
Casi de la misma edad es Floro Rodríguez, 78 años, que se ganó la vida construyendo casas de piedra. «Una piedra sobre otra, sin necesidad de cemento. Y ahí siguen, en pie», dice con orgullo. «Nací aquí, y mis padres y mis abuelos», y desde un alto «explica» el pueblo. «¿Ve aquello de allí?, pues es el cementeriu». Así, suena con «u». En realidad es una mezcla de «o» y «u» de difícil traducción fonética. Mucho más claro suena otra frase de Floro: «aquel tien ganao».
El etnógrafo y lingüista alemán Fritz Krüger, el mismo que recorrió la Asturias rural en la década de los veinte y nos dejó una colección de fotografías asombrosas de vida cotidiana, también pateó las tierras se Sanabria y subió hasta San Ciprián. Producto de aquel viaje fue un libro que Krüger tituló «El dialecto de San Ciprián de Sanabria. Monografía leonesa».
«San Ciprián» -explica Fritz Krüger- «está situado al pie de la montaña que separa las provincias de León y de Zamora; es un verdadero pueblo de sierra que vive de sus propios recursos y sostiene pocas relaciones con el exterior». Contaba entonces (el libro fue publicado en 1923 y muy probablemente sirvió de guía al propio Menéndez Pidal) con 500 habitantes, que vivían del pastoreo y la agricultura «y toda su vida se desarrolla como en un círculo cerrado». Krüger, en contra de la memoria colectiva que hoy queda en San Ciprián, sí hablaba de una precoz emigración y cita tres destinos principales: Cuba, Buenos Aires y Nueva York.
A Krüger le sorprendió el dialecto, tanto que acabó por estudiarlo a fondo. «Hay en San Ciprián dos capas lingüísticas: el dialecto antiguo y el castellano más o menos influido por aquél. Pero puede decirse que lo que predomina es el dialecto antiguo, el que se emplea en la conversación cotidiana familiar». Y ese dialecto era y sigue siendo lo más parecido a lo que se puede escuchar hoy en determinadas áreas rurales de la zona central asturiana.
Para centrarnos en el mapa lingüístico de Sanabria. Existen siete variables. La central corresponde a Puebla de Sanabria y los pueblos que circundan a su famoso lago, el sanabrés pachueco. Cuatro variables más por el Sur, y una en la frontera con la provincia de Ourense, el gallegu meridional. Quedaría un pequeño círculo de una tierra que hace frontera con León y que tiene a San Ciprián como «capital». Allí se habla el charricu, y la denominación tiene que ver con el genérico de los de San Ciprián: los charros. Todo parece fuera de sitio.
Un asturiano, Juan José Lajo, lleva 13 años estudiando el habla de Sanabria, tema de lo que será su tesis doctoral. «Los plurales en «es» estaban muy extendidos por toda la zona del sanabrés pachueco, y ha ido retrocediendo, aunque es muy difícil delimitar fronteras». El charricu, la «isla lingüística» de la que hablaba Menéndez Pidal, es apenas un mínimo enclave en un mapa lingüístico sanabrés que llega hasta la frontera de Portugal. Juan José Lajo recuerda que «en el pueblo de Rihonor de Castilla la iglesia está en España y el bar en Portugal, y se habla asturleonés».
El catedrático de Historia Medieval José Ignacio Ruiz de la Peña afirma que el fenómeno que persistencia a lo largo de los siglos de signos dialectales parecidos a los asturianos tiene que ver, «aparte de las repoblaciones, con la existencia de una población preexistente». La tesis lingüística coincide con la histórica, «sobre todo porque no es una zona abierta de Meseta, sino una zona marginal».
Las repoblaciones medievales de asturianos -y no sólo de ellos- están razonablemente bien documentadas. Ruiz de la Peña afirma que «el gran repoblador fue Alfonso III», el último de los monarcas asturianos, hijo de Ordoño, quien también repobló. Los movimientos de población tenían sentido estratégico: «a mediados del siglo VIII y durante mucho tiempo, la zona comprendida entre la cordillera Cantábrica y el valle del Duero sufre un drenaje demográfico muy grande. Afectó a las ciudades, se desorganizó el entorno urbano y se redujeron los centros de poder organizados», explica el catedrático asturiano.
El resultado es la existencia de una zona amplia alrededor de la cuenca del Duero no sometida a ningún poder. Peligroso… y con el enemigo a un paso.
«Yera un padre y tenía tres filles. Y despueis foi pur un feixe y salíu un gigante, y díjule a ver cuántu quería por la primeira prenda…».
Así comienza el «Cuento del gigante», una de las narraciones tradicionales de la zona de San Ciprián. «Leyendas, cuentos y romances de Sanabria» es un libro que tiene ya largo recorrido, fruto del trabajo de campo del lingüista Luis Cortés Vázquez desde finales de los años cuarenta. La primera edición data de 1976. Cortés recorrió la zona durante décadas recopilando cuentos y transcribiéndolos tal y como se los contaron las gentes del lugar. Varias de las narraciones provienen de San Ciprián, cuando aún quedaban ancianos con buena memoria para acordarse y reproducir las historias tal y como se las escucharon a sus mayores.
Lo que encontramos en esas historias heredadas de forma oral es un dialecto a medio camino entre muchas cosas. Suena a asturiano, suena a gallego e incluso a portugués. En resumidas cuentas, suena a patrimonio común.
«… más alantre encontrou dues palombes que también estaben murínduse de fame. Y dieule outro cachu de carne que llevaba…».
Hay en los cuentos y leyendas de San Ciprián mucho diptongo, sobre todo el «ei». El estudioso del habla de Sanabria, el asturiano Juan José Lajo, no lo encuentra sorprendente: «el diptongo «ei» se dio en toda Asturias. Ahí tenemos los teixos y el Gamoniteiro». En realidad, aunque las narraciones nos suenen a gallego, Lajo señala que «en la zona, los rasgos propiamente gallegos se reducen al artículo: us homes, as muyeres».
Un pueblo de manzanes, oveyas y llobu, muyeres guapas y fiestas con gaita
San Ciprián. Bar La Plaza. Emilio y Maruja Ballesteros lo regentan. A última hora de la mañana el establecimiento se llena de parroquianos, y la presencia de un periodista asturiano aviva los recuerdos lingüísticos.
Cada cual aporta frases escuchadas a sus mayores, que forman parte de la memoria colectiva y que, por otra parte, son perfectamente entendibles por las nuevas generaciones: «Trajimos un carru llenu de pataques», «Mandé (o mandéile) decir unes mises al cura», «Ullí que me dieron voces», «Sopes pa desayunar, con migues de pan», «Dame un xeláu p’acá». Los jóvenes son «rapaces», las zapatillas son «alpargates», se utiliza el indefinido «comiste, trajiste, bebiste, dijiste…» y las alubias verdes son «fréjoles». El llobu y la oveya… Impresionante. Se decía por los pueblos de los alrededores que los de San Ciprián hablaban cantando por culpa de ese soniquete que a los asturianos resulta tan familiar.
Llevan a mucho orgullo los charros de San Ciprián la fama de ser físicamente distintos: ojos claros y gente más alta que sus vecinos de los pueblos de alrededor. «Y las mujeres, guapísimas». Celebran su fiesta central el primer domingo de agosto, Nuestra Señora de las Nieves. Como en Bulnes. Y en la fiesta suena la gaita sanabresa, mucho más cercana en su sonido a la asturiana que a la gallega. Entre los apellidos que componen el padrón del pueblo persiste mucho Peláez. La Enciclopedia Heráldica, de García Garraffa, señala que Peláez es apellido de «linaje claramente asturiano», y un patronímico derivado del mismísimo Pelayo.
El catedrático de Lengua de la Universidad de Oviedo Xosé Lluis García Arias interpreta que «estamos ante algún tipo de población anterior a los romanos, y por tanto ante algún tipo de lengua común, la de los ástures». Efectivamente la zona pertenecía al mapa astur que comprendía la mayor parte de la actual Asturias, la mayor parte de la provincia de León, la zona noroccidental de Zamora, un buen trozo de Portugal, hasta el área de Miranda do Douro, una pequeña franja oriental de la provincia de Lugo y la parte Este de la de Ourense, con el límite aproximado en el Barco de Valdeorras o la Puebla de Tribes.
Un mapa que era mucho más que unas líneas ideales trazadas sobre el paisaje. Hay detrás de esas líneas una cultura compartida «y un tipo de gente común, quizá desde épocas prehistóricas».
Hay interpretaciones diversas sobre el fenómeno de San Ciprián, tomado éste como ejemplo de un movimiento mucho más amplio. La primera, explica García Arias, que la zona quedó vacía y se repobló, una forma de consolidar la conquista militar anterior. La segunda, que en la zona permanecía siempre una población tradicional, pero que era insuficiente y fue complementada con repoblaciones estratégicas.
Las repoblaciones llegaban del Norte, pero también del Sur, personalizada en la población mozárabe. «La provincia de Zamora se puebla con mozárabes como demuestran los ejemplos de su toponimia», afirma Ruiz de la Peña. Alfonso XIII inicia su fecundo reinado en 866 y dos años más tarde se funda la ciudad de Oporto. La consolidación de terrenos mediante repoblaciones iba en paralelo a la fundación de monasterios, espada y cruces al mismo paso. No muy lejos de San Ciprián, casi a orillas del lago de Sanabria, se alza el imponente monasterio de San Martín de Castañeda, probablemente de origen visigodo, destruido por los árabes y reconstruido en los primeros años del siglo X o a últimos del siglo IX. En una palabra, durante el reinado de Alfonso III, fallecido en 910, o durante el mandato de sus sucesores, entre ellos Ordoño II.
Las repoblaciones iban a continuar, aunque con ritmos más lentos a lo largo del siglo XI, sobre todo durante el reinado de Alfonso VI, quien reconquista Toledo. Por entonces, Asturias ya quedaba muy apartada de los centros de poder. Y así se mantuvo hasta ahora como quien dice.
Victorina Ballesteros y Abelardo Zurrón regentan el bar El Corral, en San Ciprián. Victorina siembra los habones, les fabes, que se recogen entre septiembre y noviembre (este año, la cosecha fue a últimos del mes de agosto). El cocido de San Ciprián -ella lo explica- tiene un poco de todo: fabes, por supuesto, costilla, panceta, morcilla, chorizo, con zanahoria, pimiento picado, ajo, aceite y laurel. El último ingrediente, unos trocinos de patata.
«Los habones hay que dejarlos por la noche en agua fría. A la hora de cocinarlos, se los echa en agua fría hasta que comiencen a hervir y se les «asusta» dos o tres veces con agua fría». Esto no es exactamente fabada, pero se le parece.
«Mira tú qué fabes», dice Victorina con orgullo. Cocinadas, huelen bien. Alguien, en el bar El Corral («especialidad en tapas caseras») da con el quid del olor: «Esto huele a Asturias».
(de La Nueva España, 19-12-2010)
Nun descubren nada ñuevu estos. Que los charricos yeran la tribu perdida d’Asturiel eso sabíamoslo todos por eiquí. ¡Si todu’l mundu sabe que son los únicos en Senabria que comen fabas y que namás eillos tienen mazaneiras!. Nos outros llugares nomás hai que tierras de trigu y piñonales y de siempre falonen como los de Valladoliz, con el mesmu acentu y todu.
La qu’estuvo mui bien foi esa de qu’en Trefaciu falan castellanu perfeutu. ¡Que Dios les conserve l’ouyíu!
Nun vi cousa más asturianocéntrica y esencialista. ¡Qué penica, por Dios!. Solo los faltó decir que los homes van con el gorru picudu…
La fala de San Ciprián ye la mesma de toda la Senabria central, namás se distingue polos prurales femeninos en -es. Nin siquiera ye’l llugar onde meyor se mantién el senabrés.
«Esto huele a Asturias». Meyor: esto cheira a asturcentrismu antediluvianu que huguañu naide (casi naide, parez) defende.
Meyor entovía: esto fiede a analfapaletismo de “La Nueva España” (nome que remite al gloriosu Movimientu Nacional y que nunca pensaron cambiar).
Desde luego que forma de intentar lavar los cerebros. Qué artículo más falto de rigurosidad…
En Sanabria falábase senabrés, asturllionés, leonés, gallego, mirandés, portugués y todos los nombres que se quiera poner, al fin y al cabo lo que se hablaba era la mezcla de todas las lenguas que circundan Sanabria. Y en San Ciprián es cierto que en tiempos se decía que hablaban mal, porque tenían palabras diferentes, pero no más que en otros pueblos de alrededor, solo que San Ciprián está en una esquinita de la Sanabria Baja y se le da mucho bombo hoy día y se le buscan diferencias. Pero si alguien como Krüger hubiese parado en Murias o en Rábano habría ocurrido lo mismo.
No, hombre, en Sanabria no se hablaba la mezcla de todas las lenguas que la circundan. Decir eso también es poco riguroso.
Lo bueno de esa comarca es que sí hay unos límites entre lenguas bastante claros:
En la Sanabria “central” o “baja” se hablaba un dialecto asturleonés (o leonés a secas, que es lo mismo) con leves diferencias de unos pueblos a otros. Englobaría a pueblos como Samartín, Riballago, Vigo, Treifé, La Puebla, San Ciprián, Santa Cruz, Robleda, Couso, Soutiello, Requeixo, etc.
Gallego-portugués pasando la portilla del Padornelo (Lubián, Porto, Hermisende, etc.)
Mirandés en ninguna parte de Sanabria, porque éste es propio de la comarca de Miranda del Douro (Portugal), al lado de Sayago.
Alguien tiene algo que aportar sobre el origen sefardi de las poblaciones del lugar, hay algun rastro sefardi en San Ciprian?. Realmente es Asturias el lugar de origen de los habitantes?. Si es anterior a los romanos es sefardi. Saludos
Mi familia es de San Ciprian, Sara Martinez Alonso, mi madre nacida en 1934, Manuela Martinez Alonso, mi abuela, nacida en 1902 y mi bisabuela, Candida Alonso, tia del cura de ese tiempo. Mi abuelo, Victor Garcia.
ESTE ES SAN CIPRIAN DE HERMISENDE?