JAVIER G. CASO
Xabiero Cayarga (Cangas de Onís, 1967) es un autor con una larga trayectoria en llingua asturiana que incluye premios en prosa, teatro y narrativa. Su último trabajo es El sol negru de Wewelsburg , publicada por Trabe. La trama de la novela discurre en Alemania, país en el que reside desde 2003 y donde Cayarga imparte clases de español en varias universidades populares y en la Universidad Técnica de Dortmund.
Una novela ambientada en Alemania y protagonizada por un emigrante asturiano, ¿Tiene tintes autobiográficos?
No, aunque sí que aproveché algunas experiencias propias y el conocimiento de la zona para la descripción de los lugares. Algunos de los personajes que aparecen en la obra están basados en personas reales, acaso caricaturizados, pero de una manera prototípica desarrollando el personaje de acuerdo a la trama de la novela. Además, determinados hechos que se describen en la obra están tomados de la realidad. Hay un ataque de un grupo de neonazis a una bar alternativo, en el centro de la ciudad, y refleja lo que pasó hace unos cinco años al bar Hirsch-Q; era el bar a donde entonces solía acudir, pues vivía cerca, un lugar de parada de punkies y jóvenes alternativos. Hace pocos meses, en diciembre, volvió a sufrir un ataque brutal de una horda de skinheads, las imágenes se pueden ver en YouTube, recogidas por una cámara de seguridad. Uno tiene la sensación de que la policía mira para otro lado cuando ataca la extrema derecha.
¿La novela es un retrato de la Alemania actual?
No creo que se pueda generalizar. Es más bien el retrato de un aspecto de la realidad subyacente pero latente que existió, y sigue existiendo, en Alemania. El racismo, la xenofobia y el antisemitismo siguen presentes e impregnan la mentalidad de determinados grupos políticos, pero no en manera diferente a la que hallamos en otros países.
La suya ¿puede definirse como una novela de intriga?
Más bien es una novela de tesis, aunque la etiqueta suene mal. Se asiste a la vida de un joven, y a las experiencias que tiene y que le empujan hacia un precipicio, pero lo que da una estructura uniforme al relato son las conversaciones en las que se conforma ideológicamente el personaje y aquellas que desmontan la red de supercherías que sirve de soporte a la falsificación de la historia con fines políticos.
El humor está bien presente en su novela, ¿es una de sus señas como escritor?
Supongo que sí. No lo puedo evitar. Si percibo que me pongo trascendente, de inmediato me doy un toque de atención introduciendo en la narración una puya autocrítica que me baje del pedestal, aunque me reste credibilidad. Desconfío de la sacralización de la literatura y de los escritores o artistas que se presentan como seres libres de mancha y habitando en un limbo omnisciente. Para mí el humor, en la literatura moderna, cumple la función que en la tragedia clásica cumplía el coro que en un aparte comentaba los reveses de la trama. El Hamlet de Shakespeare sería un paradigma, sin que por ello fracture el carácter trágico de la obra, lo mismo ocurre con el Don Quijote. Y quizás encontraríamos un ejemplo más cercano al tema en la película La vida es bella, de Roberto Benigni. El humor acentúa el horror ante la barbarie.
¿La novela es una reivindicación del multiculturalismo?
En parte supongo que sí. Mi círculo de amigos es multicultural. Me gusta la ciudad en la que vivo por esa diversidad, además de población de los países del este, hay población sureuropea, orientales, indios y africanos. Al fascismo hay que oponerle una democracia fuerte y resoluta. De todas maneras, el multiculturalismo como concepto político, en Alemania está de capa caída, incluso se habla de fracaso.
¿A qué se refiere?
No es de recibo que aquellos comportamientos que afeamos y que denunciamos en grupos fundamentalistas cristianos o radicales ideológicos los demos por buenos cuando los llevan a cabo minorías étnicas o religiosas en nuestro país. Aquí en Alemania una jueza no hace mucho llegó a decir en una sentencia que las palizas de un hombre a su mujer no eran punibles porque respondían a una práctica normal en su cultura de origen. Con eso podemos justificar hasta el canibalismo.
Lleva muchos años en Alemania, pero su lengua literaria sigue siendo el asturiano ¿ Por qué?
El hombre es un animal de costumbres. Empecé publicando en asturiano y sigo. Desde pequeño desayuno café con galletas y sigo con ello. Igual, al final, no hacemos las cosas por fidelidad sino por rutina. O, quién sabe, tal vez no elegimos una lengua, sino que es la lengua la que nos elige a nosotros. Podría escribir en castellano, pero el resultado sería parecido.
Cada vez hay más ediciones bilingües asturiano-castellano, sobre todo de poesía, ¿Le ilusiona un proyecto así?
Si me lo plantean, sin duda lo haría. La literatura en lengua asturiana se ha convertido en un producto de calidad, por tanto es lógico darla a conocer, exportarla y la única manera es a través de traducciones. Espero que este fenómeno tenga continuidad. Tenemos algunos autores formidables que deberían de poder leerse en otras lenguas.
¿Qué le aporta su trabajo como traductor al asturiano de autores alemanes?
Lo afronto como un reto y tal vez como una provocación. Al asturiano, como lengua, se le ha reprochado su falta de validez para adaptarse a la modernidad. Cuando traduzco autores alemanes apenas conocidos en España lo hago para demostrar lo contrario. Se puede expresar en asturiano lo que se expresa en cualquier otra lengua e incluso conocimientos que no nos han llegado por otro canal. Ahora sí, es una tarea muy laboriosa e ingrata. Nadie se da por enterado. Da igual que traduzca a Rose Ausländer, Wulf Kirsten o Sarah Kirsch, hasta que ninguna pluma de renombre los mencione en un suplemento cultural de Madrid, es lo mismo que si tradujese a Perico el de los Palotes.
¿Cómo ve la situación actual de la literatura en llingua asturiana?
Se están publicando obras muy buenas. Y eso es un motivo de esperanza. Hay muchos escritores jóvenes que escriben muy bien.
¿Ve la cooficialidad más próxima?
No de momento. Soy pesimista, más por experiencia que por convicción. Pero parece que las cosas irán a mejor. Por lo menos se va a desempolvar la Ley de Uso. La irrupción de Foro supuso un boquete en el compartimiento estanco de la política asturiana. La estrategia de los partidos mayoritarios con respecto a la llingua asturiana consistió en decir siempre que todo estaba bien como estaba, que eso era lo que querían los asturianos, que para eso los votaban. O sea, la falta de argumentos como estrategia política.
(de La Voz de Asturias, 10-10-2011)
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