AZAHARA VILLACORTA
Ana Cano (Vil.larín, Somiedo, 1950) es de las que defienden lo suyo, que es «el patrimonio cultural de todos», con firmeza. Así que la presidenta de la Academia de la Llingua -una institución que, alega, sobrevive «con un presupuesto de pura subsistencia que da para pagar a las cuatro personas que trabajan allí y poco más», 170.000 euros en 2015- no va a cejar en su empeño de ver reconocida la oficialidad del asturiano, la lengua que un territorio en el que, «muchas veces, nos perdemos en babayaes, en mirar el paisaje».
Ha dicho usted que la culpa de que mucha gente no hable asturiano la tiene el ‘auto-odio’.
Sí. Eso es un concepto que en sociolingüística está perfectamente definido. Es cuando una persona se avergüenza de la propia lengua, cuando siente una especie de odio hacia ella. Es una de las cosas más difíciles de superar por el propio hablante.
¿Y eso?
Es consecuencia de la situación sociolingüística en la que se vive de marginación de la propia lengua, de que te hayan machacado en la escuela diciéndote que hablar en asturiano era hablar mal. Ese estigma, para el desarrollo de un niño, es nefasto.
¿Uno de los máximos exponentes del auto-odio es la líder el PP asturiano, Mercedes Fernández?
Es muy lamentable. Porque la lengua asturiana es patrimonio de los que la hablamos y de los que no la hablan también. La suya es una manifestación del auto-odio y es una vergüenza que una representante del pueblo asturiano se atreva a hacer ese tipo de cosas y, lo que es más grave todavía, a presumir de ello.
Se refiere al veto al asturiano en la Junta General y al posterior ‘tuit’ de la líder del PP felicitándose.
Sí. Creo que le puede salir el tiro por la culata porque es una falta de respeto hacia todos los ciudadanos y, muy especialmente, a los ciudadanos del PP que hablan asturiano.
Y todo ello, en el seno de una Comisión de Normalización.
Me da un poco de miedo que, para solucionar el tema del asturiano, nombren una comisión en el sentido de que se pase la legislatura y que no hayan empezado a aplicar nada. Y, además, el primer problema de una comisión cuyo mandato es que se cumpla la Ley de Uso se plantea porque manden las convocatorias en asturiano y en castellano. Es totalmente surrealista, como un chiste de Forges o de ‘La Codorniz’. Eso lo explicas fuera y no lo entienden. ¿Cómo te vas a fiar de una comisión con esos planteamientos? Pues si tienen que modificar el reglamento de la Junta, que lo modifiquen. No lo entiendo.
Hay ‘falantes’ del PP y del resto de los grupos, sostiene usted, pero que usan exclusivamente la llingua en la intimidad. Incluido el presidente Javier Fernández.
No sé si él la utiliza en la intimidad, pero yo hablé con él y la domina, eso sí. Todos se tienen que preocupar porque viva otros mil años entre nosotros. Y el único camino que hay para eso es la cooficialidad.
¿De lo contrario, se extinguirá?
Tampoco sé si la cooficialidad servirá para que no acabe muriendo, pero, desde luego, sin cooficialidad lo tiene muy difícil, se muere.
La noto pesimista.
No. Los ‘falantes’ somos necios y ya se viene pronosticando que se muere desde hace muchos años, pero ahí está. Lógicamente, no hablamos como nuestros abuelos porque estamos ante otra realidad. Ya no se habla, por ejemplo, de cómo se recogía la hierba como cuando yo era niña. Pero tampoco antes era posible hablar de cuestiones filológicas o filosóficas y hoy sí. No soy catastrofista en cuanto al futuro. Yo creo que va a seguir hablándose y que no les va a quedar más remedio que pasar por la cooficialidad. Estoy segura de que va a llegar.
Está muy esperanzada en las nuevas generaciones, que ya no identifican el éxito con hablar castellano. La cito: «Para triunfar, había que dejar la llingua junto a les madreñes».
A mi generación, una de las cosas que se nos enseñaban y que teníamos muy interiorizadas era que cualquier ascenso en la escala social llevaba aparejado el abandono de la lengua propia y el aprendizaje de la lengua castellana. Y yo creo que las generaciones jóvenes ese problema ya no lo tienen o lo tienen en menor medida.
¿Cuántas veces ha escuchado que los partidarios de la llingua son defensores de un ‘chiringuito’?
Muchas. Pero el chiringuito no sé para quién es. Si para los políticos o para quién. Desde luego, para los que estamos al frente de la Academia de la Llingua no es ningún chiringuito porque somos todos funcionarios del Estado en otras actividades y ya lo éramos hace muchísimos años. Por otro lado, los académicos no cobran ni un céntimo por sus actividades.
¿Y que es un ‘invento’?
Eso también lo he oído mucho y, por suerte, creo que es una idea que va desapareciendo porque las lenguas las hacen los hablantes y los hablantes solo inventan lo que tienen que inventar para que la lengua siga evolucionando. La estandarización también es un proceso normal en todas las lenguas. Tan artificial es la norma de la lengua castellana como la de la asturiana, la catalana o el rumano.
En palabras de Miguel Alarcos, «una puta mentira de políticos y filólogos paletos».
Unas declaraciones muy desafortunadas. Esos juicios de valor ya nos bastó con sufrirlos en época de ‘los sensatos y pensantes’ (el grupo de ‘Amigos de los bables’, que pretendía eliminar toda reivindicación lingüística). Me parece una metedura de pata grave, aunque tengo que decir que me pidió perdón, porque yo soy una de esas filólogas paletas. Pero, claro, la afrenta es pública y totalmente innecesaria. No venía a cuento. Él y Mercedes Fernández están fuera de tiempo y de lugar. Es un insulto a la inteligencia de la gente. Mucho más grave lo de ella, por lo que representa.
El peligro gallego
Vamos con la enseñanza.
Se incumple la Ley de Uso porque dice que la lengua asturiana tiene que ser una materia voluntaria y no es voluntaria en ninguna etapa educativa, sino que es optativa. En segundo lugar, no es lengua vehicular para ninguna asignatura. Y, en tercero, tiene poquísimas horas. En algunas etapas, una hora a la semana, algo ridículo. Tal y como está planteada la enseñanza, el porcentaje de alumnos que estudia lengua asturiana es un milagro. Y no olvidemos que, por ley, todos los centros no universitarios tienen la obligación de ofertarla. En eso, hay que avanzar en los concertados con la supervisión de la consejería.
Y de ahí a la especialidad docente.
Nuestra comunidad no tiene competencias para reconocer esa especialidad. Le corresponde al ministerio con un decreto de especialidades y lo que pide la Academia es que se modifique y que, al igual que se hizo con la ‘Ley Wert’, aparezca un párrafo que diga que serán especialidades también aquellas lenguas que tienen reconocimiento legal y curricular dentro de la enseñanza. Y, claro, no nos vale un decreto autonómico.
Discrepan del criterio de la consejería de Genaro Alonso.
Claramente. Ellos dicen que los informes de la Abogacía del Estado aseguran que no puede ser si no es una lengua cooficial. Pero tampoco lo era con Ana González y fue reconocida en la ‘Ley Wert’. Por otra parte, los informes de la Abogacía del Estado podrán cambiarse. Dependerá de cómo se negocie desde aquí. Y, además, ¿qué Gobierno central tenemos ahora para andar negociando esto? Ninguno.
Y todo eso, con un consejero asturianista. Menos mal.
A mí me supuso un descanso mental su nombramiento, porque no te puedes imaginar lo que es ir explicando lo mismo consejero tras consejero, rector tras rector, y, algunas veces, a gente que ni lo conoce ni que lo quiere entender. Eso con Genaro no pasa. Él sabe lo que hay que hacer con una lengua minoritaria, pero yo creo que en este caso se equivoca.
¿Sigue habiendo problemas de ‘galleguización’ por el Occidente?
Ahora la cosa está calmada. La Academia es la mayor defensora del gallego-asturiano. Yo, cuando hablo con los gallegos, les digo que pueden estar tranquilos, pero que del Eo para acá no se pasen ni un centímetro.
Impiden a un escritor renovar su DNI por usar el topónimo Llangréu.
Queda mucho por hacer en el uso de los topónimos oficiales. Especialmente, por parte de las instituciones. Ese es un ejemplo. O el caso en el que el GPS no encuentra Les Arriondes. Hombre, digo yo que tendrá que adaptarse el GPS a la toponimia y no la toponimia al GPS. Poder hacer una vida en asturiano, hoy, en Asturias, sigue siendo bastante problemático. Eso no se consigue más que con un cambio jurídico que pasa, obligatoriamente, por la declaración de cooficialidad en el Estatuto de Autonomía. Y, tal y como está la situación del Estado, a medio plazo se reformarán la Constitución y los estatutos. Entonces será el momento.
(d’El Comercio, 13-03-2016)
Deixar ua Respuosta