En un debate público, como el relativo a la oficialidad de las lenguas de Asturias, todas las posturas son respetables en la medida en que sean igualmente respetuosas y constructivas. Por eso, también es preciso procurar la respetabilidad misma del debate en los términos que requiere una sociedad que se presume moderna, tolerante e ilustrada. En una comunidad que se quiere plural y discrepante, la concordia se cimenta en la elaboración colectiva de un discurso inclusivo articulado desde el conocimiento científico y la crítica racional y no por la ocurrencia oportunista, el arrebato visceral o el interés a corto plazo con que se nutre el extremismo y la intolerancia.
Los medios de comunicación son los llamados a auspiciar ese debate y a garantizar su calidad intelectual con un tratamiento ecuánime y equilibrado de las distintas posiciones y una exigencia mínima de rigor en el tratamiento de los aspectos controvertidos. Encuadrar correctamente la argumentación sin dar pábulo a falsedades y bulos, pero tampoco a tópicos manidos o dislates ampliamente desacreditados en el estado actual del conocimiento científico, parecen exigencias básicas en las que nuestros medios se juegan buena parte de su funcionalidad y prestigio.
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