JUAN CARLOS GEA
El 18 de noviembre de 2008, una conferencia sobre la “crucial importancia” del Romancero asturiano del ya desaparecido hispanista estadounidense Samuel G. Armistead abría en las facultad de Filología de la Universidad de Oviedo una ambiciosa cita académica sin precedentes sobre el patrimonio oral asturiano. Durante dos días, especialistas en distintas áreas de la filología y la etnografía de varias universidades españolas y extranjeras realizaron aportaciones para lo que los organizadores –el seminario de Filoloxía Asturiana, en colaboración con el Pueblu d’Asturies y la Red de Museos Etnográficos autonómica– pantearon como una cita para paliar “una carencia secular” en la institucionalización de un patrimonio inmaterial especialmente rico en Asturias. El resultado de aquel Congreso ‘Patrimonio Oral de Asturias: balance y perspectivas’ aparece ahora en forma de libro en un volumen editado por Trabe que recoge en sus 354 páginas las actas de un encuentro que se propuso “una amplia reflexión crítica” para poner al día los enfoques y los métodos, y también evaluar lo hecho y lo pendiente, en todo lo relativo a un cuerpo literario que comprende mitos y leyendas, cuentos populares, romances, canciones, oraciones, ensalmos y conjuros, refranes, adivinanzas y otras manifestaciones de una cultura desplegada en una interminable red de voces, oídos y ecos.
El congreso partió de la clara conciencia de la desconexión endémica entre un tesoro de oralidad en permanente crecimiento y los mecanismos institucionales y universitarios para su protección, estudio y dignificación: un puente interrumpido entre los primeros estudios sobre la materia de Menéndez Pidal, Aurelio de Llano, Constantino Cabal o Martínez Torner –cuyas aportaciones sobre el romancero, los cuentos, la mitología o el cancionero asturianos aún se erigen como referencias– y décadas de olvido y desatención que empezaron a remitir con la reactivación de las distintas vertientes del asturianismo. Del mismo modo, los expertos asumían la urgencia de su tarea en un momento que consideran de “decadencia irreversible” de la transmisión oral de la cultura que, a cambio, aporta herramientas inéditas de estudio y documentación.