ENTREVISTA | JUAN RAMÓN MORALA
Catedrático de Filología Hispánica de la Universidad de León
Uno de los filólogos que más a fondo ha estudiado el leonés desde una perspectiva puramente científica prepara ya el próximo congreso sobre nuestro dominio lingüístico
E. Gancedo León
Nacido en Palanquinos, orilla del Esla, en 1956, José Ramón Morala es uno de los filólogos que más tiempo ha dedicado al estudio del dominio lingüístico leonés desde una perspectiva tanto histórica como actual. El pasado jueves presentó el libro Ramón Menéndez Pidal y El dialecto leonés , con las actas del congreso del 2006, y ya prepara el nuevo simposio de este año. Pese a que los filólogos de la Universidad leonesa tradicionalmente se han venido manteniendo al margen de los procesos de enseñanza y normalización de este habla, en el congreso del 2008 se abordará, según Morala, la pregunta de «qué queremos que sea el leonés en el siglo XXI».
¿Qué aportó el anterior congreso sobre los cien años de la publicación de «El dialecto leonés» de Menéndez Pidal?
Sobre todo una reflexión profunda, a cargo de expertos de procedencia muy diversa, sobre la situación actual de este dominio, que es muy distinta del momento en el que Pidal publicó sus artículos. Sociológicamente la población ha cambiado mucho. También reflexionamos sobre la figura misma de Pidal, que fue quien creó el concepto leonés tal y como se entiende en filología.
Es de suponer que en estos cien años se habrán perdido muchos rasgos.
Es que los modos de vida han cambiado radicalmente, y eso ha afectado mucho a la lengua, sobre todo al léxico de las labores tradicionales, por ejemplo. Lo cual no quiere decir que ésta desaparezca sin más, puede conservarse en otros ámbitos.
¿Qué objetivos se marcan para el congreso de esta primavera?
Además de seguir planteando estos temas con sosiego y desde una perspectiva académica, con gente llegada de Asturias, Zamora, Salamanca y Miranda, también queremos incluir, digamos, a creadores y usuarios; esto es, habrá una parte filológica y una parte de usuarios, de escritores en leonés.
¿Cómo ve el interés de un sector de la sociedad actual por aprender un leonés normativizado, estándar?
Absolutamente lícito. ¿Cómo vamos a ponerle cortapisas al campo del conocimiento? Si la gente tiene interés, que lo aprenda, otra cosa es qué quiere aprender, cómo se dan esas clases y qué se le puede ofrecer.
¿Podemos, con garantías de éxito, establecer un proceso serio de normalización del leonés o asturleonés en esta región?
Es tremendamente complicado, mucho más de lo que la gente cree. Aquí no cabe el que dos o tres personas se junten y decidan qué vale y qué no. Hay que ver qué tenemos hoy, hay que conocerlo a la perfección, y hay que contar con los hablantes, claro. Lo que no podemos hacer es cubrir ese período de siglos -y que en León no llegó a darse-, por el cual las hablas se nivelan y estandarizan hasta convertirse en lenguas, en unos pocos años. El proceso de creación de un modelo, de un estándar, de una norma culta, repito, es muy complejo.
Entonces, ¿qué hacer?
Antes que académicos o gentes con buena voluntad, la conservación, si se desea, ha de partir de los propios hablantes, y a partir de las variantes que sí se utilizan hoy, que son patrimoniales, que están vivas: la de Cabrera, la del Alto Sil… Y por cierto que esa discusión va a centrar parte del congreso: hablaremos sobre si se puede y cómo se puede crear una norma para el leonés.
Lo ve legítimo.
Habría que hacerlo de forma que se diera una conexión directa con la gente que lo habla. Hay que recuperar a partir de, y no desde cero. Pero es que es complicado, mira el castellano, que es una norma muy flexible, que abarca múltiples variantes; hay veces que oyes hablar a un andaluz y no le entiendes nada, sin embargo, un leonés y un andaluz escriben de la misma manera.
¿A partir de qué momento deja de usarse el leonés en las riberas del Sur y Este?
No hay un momento como tal. Primero estaba el latín, luego fueron surgiendo varias lenguas romances, pero no como modelos únicos enfrentados a otros, sino con límites imprecisos, en un proceso muy largo y gradual. Por ejemplo, hay rasgos que el castellano compartió con el leonés hasta el siglo XV, como el mantenimiento de la efe inicial ( facer ). Y aquí, en León, a diferencia del castellano, no se consolidó una norma específica, como también pasó en otros sitios.
El leonés es, pues, la lengua materna de unos pocos leoneses…
A quien se le esté vendiendo la moto de que con el leonés le están enseñando su lengua materna le están engañando, así de claro. La lengua materna es una, no la elegimos nosotros, ella nos elige. Uno de Sahagún que estudie el habla de Laciana es como si estuviese aprendiendo una lengua extranjera, lo mismo. Una vez oí a alguien que decía: «Perdone que no me exprese en mi lengua materna pero es que no he ido a suficientes clases». En fin, sin comentarios.
Rasgos comunes hay.
Sí, pero no se pueden magnificar. Además, el dominio leonés es eso, rasgos más o menos comunes que alguien agrupó y les dio un nombre. No hay que exagerar su importancia, aunque nos sean entrañables, como los diminutivos en -ín y en -ina , que a mí personalmente me encantan. Además, ¿cómo se va a imponer un modelo genérico de leonés a las zonas con variantes propias, como el pachuezu? ¿No ayudará eso a ayudarlo a morir definitivamente?
Eso deberán decirlo ustedes, los lingüistas.
Simplemente: si una lengua no se utiliza a diario, es que está en una situación dificilísima. ¿Qué queremos, una lengua para tenerla en el frigorífico y usarla de vez en cuando? Eso es entender muy poco lo que es una lengua. Además, no se puede prescindir de instituciones que llevan mucho tiempo trabajando el dominio, como la Academia asturiana.
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