JESSICA M. PUGA
Hay un mundo detrás del «dime cómo te llamas y te diré quién eres» que retuerce el refrán para dar título a un libro. La cuestión es que el nombre que te define y por el que te identifican sea el mismo que aparece en el Documento Nacional de Identidad (DNI). Si no, de poco vale. Conseguir que la identidad sentida se refleje en un papel oficial es un paso fundamental que no siempre ha sido posible ni fácil. La situación parece estar cambiando porque en los últimos años han nacido en Asturias muchas xanas, llaras, neles y xurdes, pero aún no es la tónica general. Eso será lo próximo si la tendencia actual se mantiene.
Las circunstancias no siempre han sido tan favorables. Durante el franquismo, no hace tanto, no se podía registrar a ningún niño con un nombre que no tuviera el beneplácito de la Iglesia católica y, mucho menos, en otra lengua que no fuera la única permitida entonces: el castellano. Eso dio lugar a la proliferación de marías, y a que se convirtiera en costumbre llamar a los descendientes con el nombre que correspondía al santo del día de su nacimiento. Hubo excepciones. En Cataluña, por ejemplo, con Montserrat. Y en Asturias con Covadonga y Pelayo. Ambos, ahora, cincuenta años después de aquello, siguen siendo los nombres de origen asturiano más utilizados. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), viven en el Principado 1.921 covadongas y 2.360 pelayos, cifra que asciende a 4.510 y 4.687, respectivamente, si se tiene en cuenta todo el ámbito nacional.
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